Un viñedo joven
Estos días estamos trabajando en un viñedo joven, replantado hace poco tiempo. Hacer vino es un aprendizaje constante.
Hace unos años que decidimos que nuestro objetivo, aparte de hacer el mejor vino posible, era también hacer vino cuidando el territorio, siendo muy conscientes de los suelos y el clima que tenemos en el Empordà. Replantar es una buena manera de poder dar una nueva oportunidad a la viña para reinventarse y también a nosotros para rectificar errores. La viña se replanta cuando no acaba de dar los frutos que querríamos, ni en cantidad ni en calidad.
En esta parcela teníamos plantada una variedad foránea que no había hecho su ciclo: le había costado bastante adaptarse y no había dado muy buenos resultados. Hace dos años, teniendo muy presente el cambio climático y cómo podíamos hacerle frente, plantamos lledoner blanc (garnacha blanca). Se trata de una variedad local que sabemos que da buenos frutos con poca agua, es decir, que puede aguantar unas condiciones climáticas que tenemos aquí de mucho viento, lluvias fuertes y veranos calurosos. Replantar en este caso ha sido también una medida de ahorro de recursos naturales, sobre todo agua, y por tanto un refuerzo de la sostenibilidad y el equilibrio biológico de nuestros viñedos. Tener viñedos felices y adaptados es la mejor manera de hacer vino con menos intervención humana en la viña y con menos intervención en la bodega. Ver esta viña joven nos da ánimos para seguir adelante.
Un viñedo es joven hasta que tiene entre 5 y 10 años. Tres años, como tiene esta, es muy poco tiempo en los ciclos de la naturaleza, y aunque necesitaremos unos años más para que estas cepas hagan uva. Saber esperar es algo que hemos aprendido de hacer vino: naturaleza, frutos y deseo a veces no van juntos y se debe confiar en que todo irá bien. Esta es de garnacha y, como decíamos, este año aún no podremos cosechar uva, pero los cuidados que tenemos que hacer son igual de importantes que en las otras viñas. Durante todos estos años que no sacaremos uva para hacer vino es muy importante que la cepa se arraigue bien. El arraigo, la formación y la capacidad de hacer reservas de agua es clave para que en el futuro la planta dé frutos de buena calidad.
El primer año queremos que se hagan buenas raíces, se poda a dos ojos y abajo del todo. Nos podría parecer que esto es mortal para la planta, pero debajo la tierra las raíces ya se están formando, y por tanto ayudamos que aún sean más fuertes. En el segundo año, en el caso de viñedos en espaldera como éstas, se deja un brote que suba hasta el alambre y se sacan las uvas, porque la cepa concentre toda la energía a hacer raíces y reservas para el futuro. En esta viña, que ya tiene tres años, hemos formado brazos, es decir, separado los brotes en dos brazos y los hemos ligado a lado y lado. Es la manera que tenemos de hacer que la planta coja fuerza y al mismo tiempo pueda encontrarse cómoda, tranquila y dar frutos.
Tendremos que esperar el próximo año para empezar a recoger los frutos y seguramente un año más para poder sacar vino que probaremos al año siguiente. Seguro habrá valido la pena la espera.