Es agosto, ya sentimos el final del verano y, aún así, todavía quedan unas cuantas emociones por destapar. Ha sido un año complicado, ya lo sabemos todos, la Covid-19 nos ha dado la vuelta al mundo, y la emergencia climática se va haciendo más presente año tras año: este 2020 con el Glòria, las altas temperaturas y la lluvia que parecía que nunca se acabara. De vez en cuando, recibimos una buena noticia, como las excelentes puntuaciones de la Guía Peñín 2021 y la estrenada certificación eco en todos los vinos Espelt a partir de esta vendimia, metas que nos ayudan a seguir con fuerza.
Llega la vendimia y será diferente, seguro. Primero porque hemos tomado unas medidas de distancia y control de la cosecha inauditas y que son un paso necesario para cuidarnos a nosotros y también a las personas que nos rodean. Segundo porque la cosecha estará muy marcada por la climatología y también por las dificultades asociadas a tanta lluvia y tanta inactividad de caza en la comarca. Los hongos y los depredadores de uvas, como el jabalí, campan alegremente por los viñedos y podríamos llegar a decir que son auténticas plagas. Sufrir es una constante en la vida del campesino y a veces nos da la impresión de que sólo nos queda confiar en que todo lo que hemos hecho durante el año tenga sus frutos.
Sin embargo, tenemos fuerza renovada cada vez que vemos que año tras año los indicadores de biodiversidad de los viñedos mejoran, y que la tierra y los suelos, el legado más preciado, que cuidamos día a día, aguantan levantadas, torrenteras y todo lo que el clima les ponga por delante. Hacer vino respetando el territorio tiene una recompensa muy alta para el planeta, y en ocasiones también un reconocimiento más mundano —pero del que nos sentimos muy orgullosos— como la certificación ecológica que lucirán todos los vinos Espelt a partir de esta vendimia después de muchos años de trabajo en eco y de mejorar los procesos.
Corría el año 2000 cuando Didier Soto de Mas Estela le dijo a Anna Espelt: “En l’Empordà deberíamos hacer todas variedades locales y eco”. Decirlo entonces era revolucionario, hacerlo parecía imposible. Pero Anna, entonces una recién licenciada en Biología y con una fuerte vinculación en el asociacionismo en defensa del patrimonio natural de la comarca, encontró que aquella frase tenía todo el sentido y que éste debía ser sí o sí el camino de los vinos Espelt. Años después, Anna decidió pasar una parte de los viñedos a viticultura ecológica, era 2003 y el inicio de un camino que después de muchos aprendizajes nos ha llevado a donde estamos ahora. Nuestro trabajo se centra en un cuidado preventivo de las cepas: trabajar los suelos, y utilizar compost y tratamientos, cuando no hay más remedio, con productos permitidos en la viticultura eco, como cobre y cola de caballo. Hemos superado un año muy complicado con estas herramientas y debe celebrarse.
Trabajar en ecológico es para nosotros la única manera de mantener los suelos vivos y también de entender el terruño que se nutre de todo lo que le rodea, buscando la sinergia de los cuatro elementos: el suelo, la planta, el clima y quién lo cultiva. Esta nueva etapa que ahora iniciamos reafirma y reconoce nuestra voluntad de formar parte del paisaje y de los ecosistemas. Porque a veces no es suficiente con amar la tierra, también hay que dar pasos valientes para cambiar la forma en que se han hecho las cosas hasta ahora. Cuando llegan estos días que vivimos aún pegados al radar del meteocat temiendo el granizo, sólo pensamos en todo el trabajo que hemos hecho y del que estamos muy orgullosos. Disfrutemos pues y brindemos por esta vendimia que apenas comienza. ¡Salud!